Uno puede llegar tarde al dentista, a la misa pero no a la proyección de una película, no solo por interrumpir el silencio, es por perderse parte del contexto.
Llegamos a Gáldar entramos de puntillas y antes de ver la pantalla vi un caracol en el techo pintado por color coral y figuras que buceaban en lo alto de las cabezas que veían la película, cuerpos completos, cadavéricos y obesos, formas marinas de peces, aves y estructuras que antes contenían cerebros. Ya valía la pena haber recorrido tantos kilómetros para llegar tarde y fue entrar a este teatro en el que en primera fila estaba el protagonista de lo que se emitía.
Soy extranjera y mis referentes artísticos no son propiamente isleños. Conocer algo de la vida de un extraño, un señor anciano, delgado y con un pelo que me recuerda a Warhol, era un documental en el marco de un Festival Internacional de Cine, al que mi amiga Vesna me había invitado y que hoy desde mi ignorancia del contexto, compartiré mi opinión de la película que yo hubiera titulado la "Radiografía de Dámaso".
Marcela Serna.
La poesía no se escribe solo con letras, la libertad no la viven solo quienes están fuera de las rejas, el amor no lo hacen solo los amantes, puedes estar muerto hace tiempo y creer que tienes pulso eterno. La película documental “El pintor de calaveras”, de Sigfrid Monleón, no es un homenaje en vida antes de la muerte de un artista, es un grito a quienes están muertos en vida en estas islas.
La complicidad entre el protagonista y los creadores de la película es tan evidente que la anatomía de la obra artística de Dámaso se mimetiza con el interés estético del director de la filmografía, ambos crean un discurso realista para generaciones facilistas, para habitantes no residentes, para artistas que no llegan a ser ni mileuristas.
Pepe Dámaso moría en un hospital y seguramente había sido pinchado ya con muchas jeringuillas, pero nada comparable con el dolor de la muerte de sus padres, del entierro de su amigo Cesar Manrique y del hundimiento del “Dedo de Dios”, porque no le teme a la muerte, le teme al sufrimiento que desde el alma agita el cuerpo.
No creo que las calaveras de Dámaso sean acerca de la muerte en el arte, son un servicio de cuidados intensivos a las sociedades enfermas, ciegas, a sistemas que cercenan la capacidad creativa, a la arbitrariedad en la concesión de licencias urbanísticas que entierran el paisaje y borran de la memoria las manifestaciones estéticas aborígenes, porque hay que andar a pie el territorio y navegar en botes de madera las aguas de esta tierra para poder tener una perspectiva universal y ser capaz de plasmar en lienzos la autenticidad de las periferias, las radiografías de las viejas muertas, de sus letras, de darle vida a las piedras y tener diálogos eternos con la Guayedra, de desprenderse de su patrimonio artístico en vida para que no termine en manos ajenas.
Admiración absoluta al señor que algún día como yo será calavera y ¡vaya sorpresa! cuando encendieron las luces y encima de su cabellera la obra de caracol estaba firmada con su puño y letra.
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Vesna (lunes, 22 octubre 2018 15:29)
Eres maravillosa Marcela! Soy fan de ti y de todo lo que haces! Eres arte
Pilar Mendez (lunes, 22 octubre 2018 18:30)
Gracias por ayudar a que mi mente y, principalmente, mi sentir volviera a esa sala y se adentrara en aquella pantalla tan cargada de vida, historias y sentimientos con arte.
Pepe (lunes, 22 octubre 2018 23:00)
Muy buena interpretación de una película, más que periodista eres una crítica activista
Lili Gómez (martes, 23 octubre 2018 00:48)
Me dejaste con mucha curiosidad por verla, gran artista
Claire V. (viernes, 02 noviembre 2018 17:25)
good artist, I love your dress