Las antiguas ciudades en las que has vivido, nunca se olvidan, esos espacios físicos en donde se ha dormido más de 10 días, no se borran de las neuronas, bueno, realmente lo que se mantiene es el olor que se producen en cocinas a la  hora del almuerzo.

Nosotros éramos dos niñas y un niño, yo era la mayor, tenía 18 años cuando nació José, "la ñapa", así como llaman en Colombia a la encima gastronómica, viene la mesera y vuelve a llenarte el vaso de avena y solo te cobran uno.

Teníamos cientos de kilómetros recorridos en diferentes montañas de las cordilleras del centro del país, mis padres pertenecían a grupos de personas un poco particulares, "Semillas y Senderos", "Método Silva", "Gran Fraternidad Universal", "PHI", "Vida Universal", "Rincón Vegetariano" y también recuerdo algo de Tupper Were" y "Círculos de Lectores", una combinación ambigua de filosofías que no eran bien vistas por las tías de camándulas que no concebían como cada domingo nos ponían botas y capa para caminar más de 8 horas entre caminos enlodados, en lugar de ir a la eucaristía del padre coqueto y alcohólico de la iglesia del Espíritu Santo.

Mis padres fueron hijos menores, y como Jose, fueron en contracorriente, mi mamá se casó mientras yo crecía en su barriga (eso creo), ella tuvo un amor platónico desde la ventana y como ella todo lo logra, logró ser aprendiz de ese mismo hombre que vivió la mejor época de los 60's, esa visión psicodélica que pinta de color la existencia, saliéndose de la aburrida escala de grises, atreviéndose a hacer autostop, a probar las hierbas verdes, a cantar en inglés sin saber hablarlo, a procrear a cuatro sin miedo a saber de dónde saldrían los pesos para pagar las facturas, ellos sabían hacer muchas cosas, Carlos, sabía yoga, estudiaba audiovisuales en la universidad y Claudia, aprendió a hacer zapatos, permanentes de pelo, arreglos navideños pero siempre quiso tener un restaurante entonces aprendió de grupos más raros que sus nombres las recetas sin carne para diseñar dietas de los conocidos que estaban enfermos para ganar dinero y allí mismo fue donde crecimos, rodeados de zanahorias y leche de soja que se ponía en remojo la noche antes para que doña Olga la pasara por un molino para extraer el más puro líquido blanco cuando aún no existían los transgénicos ni el tetrapack. 

Éramos "raros" y cada uno con su imperfección, que mientras se sumaba, hacía la perfección. Yo deseo una familia como en la que crecí, con pañales de tela y fines de semana al lado de los ríos con fuegos de leña y sancochos sin gallinas degolladas, quiero campamentos, con abrigo y un abrazo de uno de los amigos, capuchinos con brandy al lado de hogueras que esperaban ovnis después de la medianoche, lavar los trastos en las aguas que casi consiguen congelar las manos y volver el domingo en la noche a la casa con las camas destendidas, para hacer las carteleras, cumplir al colegio y comprender cualquier historia, de historia, o de ciencias o de geografías que luego con los años serán vividas.

Esta sección de Creatininas es un homenaje a los papás que tuvimos, Carlos Fernando antes de morir me dictó las recetas y trucos para que el restaurante siguiera funcionando sin él, el restaurante se transfirió a alguien que reza pero que come Marranos rellenos de arroz (sé que fue mi error) y Claudia que hoy vive hermosa e instruida, aún nos cocina sus recetas reinventadas en Italia en donde vive con Franchesco, hacedor de quesos gourmet y de familia de tradición culinaria.

¡Vamos a comer bien!